Las madres negras no tendremos Navidad

Las madres negras no tendremos Navidad

Hoy me desperté contando días, dieciséis días para ser exacta. Hoy me desperté pensando en lo que puede pasar en dieciséis días.

Hoy decidí salir a caminar con mi hijo de tres años, dar una vuelta por la manzana con su bicicleta. Pasamos por una cancha de fútbol y vimos a dos niños más grandes que él; estaban solos, jugando fútbol y haciendo ejercicios de entrenamiento con conos.

Hoy, al verlos, suspiré. Mientras mi pequeño se entretenía saltando entre las barandas, no pude contener más este sentimiento. Son dieciséis días en que tres madres negras no saben nada de sus hijos, pensaba, mientras el mío saltaba de un lado a otro. Dieciséis días en que ellas, que seguramente disfrutaban ver los saltos de sus hijos, no los han visto.

De repente, Arthur —mi hijo— se acercó a lo que parecía ser una máquina cubierta con un toldo. Una ardilla movió el toldo, él y regresó corriendo mientras gritaba: "¡Hay algo ahí, mamá, papá, se movió!". Estaba asustado, y corrió directo a los brazos de su papá, quien lo abrazó y tranquilizó. Y me pregunté: ¿Cómo se sentirá el papá de Ismael, Josué, Saúl y Steven? Ellos no los pueden abrazar. Uno de ellos escuchó la voz de su hijo pidiéndole ayuda, y no lo pudo ayudar.

El día empezó a enfriar, y no logramos llegar al parque como teníamos planeado. A mi pequeño no le gustó, y empezó a llorar. Lloró desconsoladamente hasta que llegamos a casa y se quedó dormido en mis brazos mientras le cantaba. Las mamás de Ismael, Josué, Saúl y Steven no les han cantado en dieciséis días; no los han visto dormirse tranquilos sabiendo que sus padres los aman y que están ahí para protegerlos.

Como madres, damos todo por nuestros hijos. Les vemos dar sus primeros pasos, les vemos crecer, y, de muchas formas, parece un sueño de mal gusto cuando se lastiman y corren hacia nuestros brazos para tranquilizarse. Muchas veces les hemos dicho más de una vez que tengan cuidado, y, de todas formas, se caen, tropiezan y se lastiman. Eso ya lo sabemos, tal vez ustedes lo sepan también. Son los miedos y los peligros naturales de una mamá.

Pero, ¿y si hay peligros de los que no les podemos alertar? ¿Cómo le cuido de quien está mandado a proteger y le puede hacer daño? ¿Cómo le explico que, aunque yo le diga a diario que merece el mejor trato del mundo, algunos lo tratarán como desechable por su color de piel? ¿Cómo le preparo para el día en que un militar decida que puede hacer con él lo que desee? ¿Cómo le digo a este ser que amo con todo mi corazón que puede que un día no nos veamos más porque representamos el enemigo nacional?

Yo no puedo. Yo —mientras veo a mi hijo tomar su siesta del mediodía— no puedo. No puedo ni quiero considerar que esta pueda ser nuestra normalidad. No. Las mamás de Ismael, Josué, Saúl y Steven no deben explicarle al gobierno por qué merecen respuestas. No. Los padres de Ismael, Josué, Saúl y Steven no deben sentir que no pudieron proteger a sus hijos lo suficiente. No. Las familias de Ismael, Josué, Saúl y Steven no deben vivir un día más entre la angustia y la esperanza. No.

Ismael, Josué, Saúl y Steven deben regresar, vivos, como se los llevaron los militares el 8 de diciembre. Vivos, como cuando se despidieron de sus padres para ir a jugar fútbol. Vivos, como en ese video que nos ha partido el corazón.

No nos dejemos engañar: sí hay respuestas. Hay responsables, hay culpables, hay encubridores, hay poderes. Las autoridades, los ministros, el presidente Daniel Noboa, ellos tienen las respuestas. Y las mamás de Ismael, Josué, Saúl y Steven las necesitan hoy, porque las madres negras no tendremos Navidad, no tendremos paz, hasta que Ismael, Josué, Saúl y Steven aparezcan.

-------------------------------------------------------------------------------------------------------------------

Black mothers won’t have Christmas

Today, I woke up counting sixteen days, to be exact. Today, I woke up thinking about what could happen in sixteen days.

Today, I decided to walk with my three-year-old son and stroll around the block with his bike. We passed by a soccer field and saw two kids older than him. They were alone, playing soccer and doing training exercises with cones. Today, as I watched them, I sighed. While my little one amused himself by jumping over the railings, I couldn’t hold back this feeling any longer. Sixteen days in which three Black mothers know nothing about their children, I thought, while mine hopped from one side to the other. Sixteen days in which they, who indeed enjoyed watching their children jump, haven’t seen them.

Suddenly, Arthur—my son—approached what seemed to be a machine covered by a tarp. A squirrel moved the tarp, and he ran back, screaming, “There’s something there, Mom, Dad, it moved!” He was scared and ran straight into his dad’s arms, who hugged and comforted him. And I wondered, how must the father of Ismael, Josué, Saúl, and Steven feel? They can’t hug their sons. One of them heard his child’s voice pleading for help and couldn’t help him.

The day started to cool down, and we couldn’t make it to the park as planned. My little one didn’t like it and began to cry. He cried until we got home and fell asleep in my arms while I sang to him. The mothers of Ismael, Josué, Saúl, and Steven haven’t sung to them in sixteen days. They haven’t seen them fall asleep peacefully, knowing their parents love them and are there to protect them.

As mothers, we give everything for our children. We watch them take their first steps, we see them grow, and in many ways, it feels like a bad dream when they get hurt and run into our arms to find comfort. So many times, we’ve told them to be careful, yet they fall, trip, and get hurt anyway. We already know this; maybe you know it too. These are the natural fears and dangers of being a mother. 

But what about the dangers we can’t warn them about? How do I protect him from those sent to protect him but might harm him instead? How do I explain that even though I tell him daily he deserves the best treatment in the world, some will treat him as disposable because of his skin color? How do I prepare him for the day when a soldier decides he can do whatever he wants with him? How do I tell this being I love with all my heart that we might not see each other again one day because we represent the national enemy?

I can’t. While watching my son take his midday nap, I can’t. I can’t, nor do I want to consider that this might become our normality. No. The mothers of Ismael, Josué, Saúl, and Steven shouldn’t have to explain to the government why they deserve answers. No. The fathers of Ismael, Josué, Saúl, and Steven shouldn’t feel like they failed to protect their children enough. No. The families of Ismael, Josué, Saúl, and Steven shouldn’t live another day between anguish and hope. No.

Ismael, Josué, Saúl, and Steven must return alive, just as the military took them on December 8th. Alive, like when they said goodbye to their parents to play soccer. Alive, like in that video that broke our hearts.

Let’s not be fooled: there are answers. There are people responsible. There are those guilty, those who cover it up, those in power. The authorities, the ministers, and President Daniel Noboa have the answers. And the mothers of Ismael, Josué, Saúl, and Steven need them today because Black mothers won’t have Christmas, won’t have peace, until Ismael, Josué, Saúl, and Steven reappear.


Comentarios

Entradas populares de este blog

Sentipensando la muerte / Feeling the Death

La Posta: Andersson Boscán, Luis Eduardo Vivanco y su repudio por lo indígena

Mi princesa de Ébano